El incesante dolor de cabeza, los ojos pegajosos de las lágrimas ya secas, la garganta cerrada y ese desanimo me recordaron solo una cosa: Oasis, sonando en mis oídos, doloridos, sin ganas de escuchar. Todo mi cuerpo con hastío de tener que soportar el retenimiento constante de esos mocos que generaban un ahogo, y una jaqueca insoportable, pero aun así, el volumen a todo poder. Oasis había sido mi refugio en ese período de penalidad absurda que había sufrido a los 14 años. Sin embargo esta penalidad no era absurda, tan poco absurda que era real, y tan real que podía reconocerla, aceptarla y no desesperarme. No había estado bien y esto lo había comenzado todo yo... Ese yo que no entiende de personalidad en algunos momentos, ese yo que sigue queriendo buscar y no encuentra, ese yo que ahora esta dispuesto a hacerle caso a lo que quiere... en tanto sepa diferenciar bien y su nublada vista llena de lágrimas culpables de un acto equívoco y bizarro no la hagan perderse mas de lo que estaba perdida, ni perder mas de lo que no quería perder.