For a pessimist, I'm pretty optimistic

sábado, 7 de septiembre de 2013

Dejame pensarte como una par. Porque creo saber cuál es tu dolor, y aunque me odies sin conocerme, acá estoy, y te entiendo. Aferráte entonces al café que revuelve sentimientos, a la canción que resuena con su nombre, a la melancolía de atardecer fotografiado, a ese gustito a sin sentido de la vida que a las adolescentes como nosotras nos encanta (me encantó) tener. Ideá, imaginá ¿Qué hubiera sido? ¿Quién soy yo?... ¿Por qué? Para la segunda tengo respuesta: Una más, como vos... sólo el polvo de estrellas con un destino que predice que ya no sea tu destino. Y es probable que no lo entiendas, y como yo también amé encerrarme en mí, te pido que lo hagas, que disfrutes de tu tristeza para volverte así, mas fuerte, mas bella.
Éste es mi segundo pedido: mis fantasmas te ruegan que tu tristeza sea también soledad. Ellos no soportan saber que amo a quien te amó. Que en en algún lugar de su inconsciente sea muy consciente de la fina repetición. Que revivas, que llames su nombre y que la respuesta sea una vaga denegatoria para conmigo, y una mirada por el retrovisor para vos. Dejáme en calma, no sacudas mis cajones viejos. Y esto lo pido, aún sabiendo que lo nuestro ya estaba predicho, que ya no peligra, que el sentimiento que llevo es de ambos, y que confío en él con tanta firmeza como lo poco que sé que no puedo confiar en mí.
Concluyo, para mi bien, que contrariamente a todo lo anterior dicho, no somos (ni nunca seremos) la misma persona. Porque quién espera ahora como náufrago aferrándose al único cacho de baldosa, bajo su techo de lluvia matutina, soy yo. A quién abre a su puerta, es a mí. Quién disfruta de su compañía, soy yo. 
Quién no puede dejar de pensar en todo esto, soy yo.