- Estoy diciéndote que nunca hemos hablado en serio, que nunca hemos intentado llegar juntos al fondo de las cosas.
- Pero, querida, ¿te habría interesado hacerlo?
- De eso mismo se trata. Tú no me has comprendido jamás. Tú me formaste a tu gusto, y yo participaba de él... o lo fingía... no lo sé con exactitud; creo que más bien lo uno y lo otro. Cuando ahora miro hacia atrás, me parece que he vivido aquí como una pobre... Vivía de hacer piruetas para divertirte. Como tú querías...
- ¿Y puedes razonarme cómo he perdido tu amor?
- Con toda sencillez. Ha sido esta noche, al ver que no se realizaba el milagro esperado. Entonces comprendí que no eras el hombre que yo me imaginaba... ¿Vas a añadir que yo jamás habría aceptado un sacrificio semejante? Claro que no. ¿Pero de qué habrían valido mis afirmaciones al lado de las tuyas?.. Era ése el milagro que esperaba con tanta angustia. Y para evitarlo quería acabar con mi vida.
- Mi amor, por ti hubiese trabajado con alegría día y noche, hubiese soportado penalidades y privaciones. Pero no hay nadie que sacrifique su honor por el ser amado.
- Lo han hecho millares de mujeres.
- ¡Oh! Hablas y piensas como una chiquilla.
- Puede ser. Pero tú no piensas ni hablas como el hombre a quien yo pueda unirme. Te has repuesto del primer sobresalto, no por el peligro que me amenazaba, sino por el riesgo que corrías tú; cuando ha pasado todo, era para ti como si no hubiese ocurrido nada... No puedo ser tu alondra, tu muñequita. Ya no.